La noche no deja de venir

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La noche no deja de venir, no deja de venir la noche. La noche. Mira el paisaje dulce como un enjambre en los muslos de mayo, aorta de cisne que se vacía en la calidez de la rosa; mira cómo crece su rubia crin movida por el aire, cómo a tus sentidos deleita el ser joven como una isla no profanada, donde cada labio que dejas en la mirada alcanza los besos de lo amado. La casa está lejos, desde que salí de ella siempre ha estado lejos, sin embargo tan presente como la nuez de un hombre cuando habla. El tacto de los ojos se lleva en sus dedos el corcel del aire, la espiga de luz que planea por la tarde en este lugar de trabajo suspendido. Qué fruto el día, tómalo; no construyas una morada para la eternidad, si acaso repliegas el instante como si fuera el último. El cielo de lanas ilustrado y algodones, qué hermoso y fatigoso al tiempo, si el cielo me quita la luz aventajando de las alturas la sombra que desciende. Azul, amarillo, se acunan en la memoria en un intento de no quedar en olvido lo que se vive deseosamente. Me quedo con este paisaje tropezado de vida, feria de ceniza, que aun así revivo en las palabras como auténtica fábula.

 

Texto y Foto: José Luis Navarro Vallejo (@sesgo)

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