Los hombres limitados

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Los hombres limitados, aquellos que engrandecen su alma sabiendo de sus limitaciones.  Crece el árbol hediendo sus raíces en lo más profundo, sin alterar el orden del otro que lo avecina;  vuela el ave sin entorpecer a la nube, que por ser distinta no se crece en agravio;  el aire se acerca a los hombres y les susurra el universo que hay fuera de ellos.  Hay voluntad y hay mundo, y no se pertenecen, caminos distintos son y saberlo, que uno no domina al otro, que no entran en el pentagrama de las notas acordadas, es digno si se entiende como limitación.

Llegan al mediodía los pinos, sus ramas se abren como abrazos, pero la cúspide clama al cielo su parcela azul.  Cada día que pasa lo hace bajo unas nubes o una luz impronunciable, desde la piedra lavada por el agua del río;  cada día me pregunto por qué no me introduzco en la paz y guardo el silencio de las hojas que caen o me embargo al lodo oculto que no se deja alterar por la luz porque su oscuridad es patrimonio de la mesura y la distancia.  Quisiera tener las alas del aire, el vaho del mar, la calidez de la arena cuando cubre los tobillos y pernocta en la memoria de la piel…  Los hombres tienen monosílabos, espadas frías, que se alojan en la sangre heredada, y de ahí el dolor como una luz entre vanos de  árboles, inaprensible, y creer que en las palabras va uno todo entero.

Foto y texto José Luis Navarro Vallejo (@sesgo)

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