Van y vienen días, como a la orilla las olas o al aire el columpio en su vaivén anhelante. Van y vienen como traen y llevan nubes los cielos, donde los ojos alguna certeza intentan avistar. Los corceles de la noche al final están del día, cuando las mejillas de la tarde rubor pierden y templanza, abrazando el lomo oscuro de los cerros. El viento mueve esparciendo ramas como abrazos que no atinan a encontrar un cuerpo que no se desvanezca ni apure ni derrame ante los besos amantes. Cada vez que a la playa la orilla llega, mis pies desnudos temen a la noche de la edad venidera, de los labios que menosprecian, de las caricias ausentes … Nada parece inquietar a la nube, ni al mar, ni a la arena misma que entierra los juegos juveniles. Van y vienen las risas y los llantos como cangilones que vierten de una noria su penacho de agua en la hila. La tarde enmudece y la luz, por un hueco que dejan las aves vespertinas en su vuelo, desaparece junto al ala en su pausado movimiento.
Texto y Foto: José Luis Navarro Vallejo (@sesgo)