Buscando la luz

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Difícil hallar, bajo el manto de los pinos y los ríos, la luz, la luz caduca, que aparece y se ausenta imitando el beso delicado y agotado de una débil brisa. Sobre el litoral, y desde el cielo, caen las sombras, haciendo impalpable lo material, y es la oscuridad lo que da abrigo a las dudas, la que mece el aura hasta calmarla como a un pájaro que de miedo e incertidumbre tirita. 

La orilla copia la luz como un tatuaje perecedero sobre la arena, e intenta que no se marchite, sino que prolongue su centelleo como un salvavidas para las emociones. 

Ni en las simas, ni en las dunas, ni en los montes, cuando la luz desaparece, ¿dónde ha dejado su herencia?;  bajo la planicie o la pinada o las nubes terrosas, cuando se avecina el oscuro silbido de la noche, ¿quién escucha la melodía del día?

El silencio, ese mar denso y laberíntico, ¿quién lo entiende? Cuando la luz, semejante al corazón, se apaga, se lleva su secreto y los cielos soportan la fábula del enmudecimiento. Las palabras crean caminos, aproximaciones, quimeras, brillos de ese silencio. El lenguaje es la contorsión en busca de esa luz que desaparece cada atardecer. Y queda como tamo en las palabras esa calma de haber alcanzado que la luz regresa como la rosa, cada día del año.

Texto y Foto: José Luis Navarro Vallejo (@sesgo)

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