El progreso
Nadie podría predecir que allá por Febrero de 2004, un tal Mark Zuckerberg de 19 años, estudiante de tercer curso en la Universidad de Harvard junto a tres compañeros, idearon un sistema informático para reconocer por foto y características personales, a los diferentes alumnos de dicha Universidad y al mismo tiempo poder intercambiar ideas, trabajos y comentarios de manera sencilla a través de internet. A este sistema, le pusieron el nombre de Facebook. Hoy es usado por más de 2.000 millones de usuarios.
Pues bien, esta red de redes, donde todos estamos conectados, nos permite opinar, crear, responder, compartir y analizar cualquier tema foto u opinión de cualquier miembro de esta inmensa comunidad.
Habitualmente, el muro que nos separa del “otro”, delimitado por la pantalla del ordenador y resguardado en la intimidad de una mesa y un teclado, nos permite expresar nuestras opiniones sin cortapisas, ni la presión de tener enfrente a ese “otro” con el que nos escribimos. También hay que tener en cuenta, la posibilidad de hacerse un perfil falso (troll), con el que soltar a diestro y siniestro donde impunemente se puede criticar, insultar, desprestigiar, amenazar, etc., con la inmunidad que da el no saberse reconocido.
Con todas estas premisas, tenemos un arma de potencial increíble con la que manipular, orientar y dirigir a colectivos afines. Con la irrupción de Facebook cambiaron todos los conceptos de publicidad y propaganda y como no podía ser de otra manera, los partidos políticos cuentan con un arma implacable, donde remover y agitar a sus seguidores y detractores por igual, dependiendo de su uso.
Pero el problema principal de escribir “parapetao”, suele ser el límite de la libertad de expresión. Esa línea fina, que separa la crítica del insulto, la mayoría de veces sobrepasada por ignorancia más que por maldad. Todos hemos visto como últimamente, se condenaba a un rapero (Valtonyc), por componer unas frases de denuncia (con escaso gusto, eso sí) y como unos titiriteros con unas marionetas, era prácticamente echados a los leones por unas mínimas pancartas de cartón alusivas a eta. Al mismo tiempo, cada día podemos ver en TV, radios y prensa, motivos suficientes, si comparamos con los de antes, para encerrar a unos cuantos, pero pasa solo si eres un titiritero o un podemita sin duchar o un rapero callejero. Recordemos a nuestro exalcalde H. Mateo, cuando insultó gravemente en las Corts a Mónica Oltra con la complicidad del inclino Cotino que hacía lo mismo cada sesión y todo quedó en anécdota y cuatro risas, y como han lapidado al actor Guillermo Toledo por blasfemar (bonita palabra), yo particularmente no veo la diferencia entre cagarse en cualquier dios, en el Unicornio del arco Iris o en papá Pitufo, ya que todos son personajes de ficción. Otra cosa es la educación y el respeto, que no hay que perderlos nunca.
Muy a nuestro pesar, seguimos siendo el organismo más complejo de este mundo, pero el más estúpido. Como dijo Roberto Carlos (el cantante) en su disco “El Progreso”: -“yo quisiera ser civilizado como los animales”.
Juan Carlos García Sala – Vocal Sueña Torrevieja