El Reino de Sal
Despertó en la iluminada duna de piedra y sal. Desorientado, buscó a tientas un resto firme donde apoyarse y levantar su cuerpo. Se encontraba en un islote en medio de una especie de laguna; su agua, rojiza por el sol y la abundante sal, se extendía alrededor suya hasta donde la vista alcanzaba. El islote no era demasiado grande, quizá podía ser de unos cincuenta o setenta metros de lado a lado, e incluso parecía intencionadamente proporcionado y posicionado. Estaba, literalmente, en medio de la laguna que, viendo la lejana orilla de tierra firme mas detenidamente, tenía forma elíptica.
Extrañamente, la sal bajo sus pies, el agua rojiza y la luz radiante del cielo despejado le producían calma y serenidad. El murmullo del mar que traía la suave brisa incitó un espíritu viajero del ser que en el islote se hallaba.
El flamenco azotó sus rosadas alas y emprendió el vuelo al sol de la brisa, que le llevaba al este, al profundo y nítido mar.
Antonio Suárez
Foto: Gabriel Samper