Día de verano, intenso sol, despejado cielo.  Salgo de mi casa, comienzo a caminar calle abajo, ¿mi fin?…  La playa.  Llego a mi destino, me acomodo en un banco y cierro los ojos.  Respiro el suave aroma del mar, la brisa refresca mi piel, mis pulmones se airean, el sonido de las olas al romper en la orilla más el bello canto de las aves inundan mis oídos de una maravillosa melodía.  Aprecio una paz en mi interior incomparable.  Vuelvo a abrir mis ojos, los rayos del sol inciden en mi pupila, el brillo del mar me enamora, mi corazón comienza a palpitar frenéticamente.  Esto es lo que llaman “sentirse bien” (respiración profunda).  Logro olvidarme del bullicio de la gente, los coches, logro olvidarme de la tecnología, logro desintoxicarme de todo aquello que ensucia mi cuerpo, de lo dañino , de lo que me ahoga.  Soy solo yo.  Separada del mundo, en un lugar en el que mi ser flota, flota porque en ese momento no está sometido a ataduras de la sociedad, a nada que no le permita relajarse.  Mi siguiente paso tornar mi visión en negro.

Carolina Pérez Collazo 4º ESO D IES Nº 1 LIBERTAS

Foto:  @sesgo

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