Zancada última

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Da la tarde su zancada última dejando en orfandad el lugar, viviendo en el color de la ceniza, el débil pulso de la vena. En la embarcación del día se achica la luz donde tengo que inventar una piel de palabras luminosas, cubrir los silencios del alma con apretados monosílabos hasta recomponer un velo de alegrías en que lejos sea cerca y nunca, siempre. Y buscando el asidero, el andamio de pies y torsos en el que sostener el valor, dejamos que la orilla torpe de lo desconocido llegue igual que un ósculo de aves apaciguadas a calmar la incógnita. Vaho vespertino tras los edificios, el cielo prolonga la narrativa de una jornada que se convierte en este último instante de aliento en desenlace. En sosiego quedan siluetas bailando en la onda del agua, sombras que circundan la orilla curva que sonríe ante una inminente oscuridad. Como a un niño que le roban la juventud, queda el lugar varado en la incomprensión, el misterio sin palabras, sin reconocerse.

Texto y Foto: José Luis Navarro Vallejo (@sesgo).

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