Sombra y luz

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Se acelera el mortal en grandes proyectos, en arquitecturas, en filigranas de pórtico concentrado en dinteles y archivoltas, donde la mirada y la mano no alcanzan término ni principio, ni mucho menos el alma puede acomodar su cabeza en almohada tranquila y veraz, cuando el destino ofrece breve respiración, puerta entornada a grandes esperanzas. Breve es la luz del día, porque no se contiene, al igual que la sombra que la acompaña, en puño cerrado, ni por muchos aspavientos, abrazos o sacos para acaudalar los momentos intensos vividos queda, finalmente, un vacío que hay que llenar de memoria, pulso a los acontecimientos que singularmente ocurren como río irrefrenable de sucesos. Ese árbol, sensitivo, que se erige sobre su propia sombra, es refugio de luz temprana a los sentidos. Cuánto acopio debo hacer de ese saber estar, ahí, arrebolado de su clorofila, lo miro en su escueta parcela, inmóvil, viajando por mis adentros como un niño desbocado de principios, forjado en el mes de junio, bajo el amparo de los días más longevos del año con su urdimbre de paño blanco, la luz, y su manto de sobriedad y educación, la sombra. Cuánto debemos aprender del árbol amigo que conquista la vida desde su quietud, cuánto.

Texto y Foto: José Luis Navarro Vallejo (@sesgo)

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