Santa María del Naranco

Asturias patria querida….

El pasado día 20 de Abril, con motivo del viaje de la Coral Manuel Barberá a tierras asturianas, tuvimos la oportunidad de volver (34 años después) al Principado. Esta zona de España, donde se mezcla el verde de sus prados, el blanco de sus montañas y el azul del mar.

Visita obligada para todos al menos una vez en la vida, para admirar sus muchos encantos culturales, gastronómicos y paisajísticos.

Desde nuestra base en Oviedo, donde tuvimos la oportunidad de recorrer la fantástica ruta del prerrománico, con esas perlas arquitectónicas, como San Julián de los Prados, San Juan de Lillo y la espectacular Santa María del Naranco, acompañados de un día radiante de cielo azul (raro por estos lares).

Seguimos por la ruta del Sella, hasta llegar al emblemático Covadonga, cuna de la Reconquista y donde reposan los restos de Don Pelayo. No faltó la visita obligada a la Cueva de La Santina, objeto de devoción de miles de peregrinos, que acuden diariamente a sus aposentos, así como la subida a los lagos de Enol y la Ercina, espectáculo visual de la naturaleza.

Y qué decir de la costa, con sus pueblos de pescadores que parecen postales, como Lastres, Cudillero, Candás, Ribadesella y la cambiadísima y bonita Avilés, con su puerto interior. Todos salpicados de las ostentosas viviendas de los Indianos (emigrantes de principios del siglo XX, que volvieron con grandes fortunas)

Si visualmente Asturias nos desborda la vista, a nivel gastronómico nos colma el paladar. No vamos a descubrir ahora su mundialmente conocida Fabada, donde en cualquier restaurante, te la sirven y en abundancia. Pero nada tiene que envidiarle, el Cachopo, el Bacalao en salsa y otras tantas variedades de sus excelentes carnes. Y, por supuesto, su gran variedad de quesos, a cual más sabroso, desde el conocido Cabrales, Gamoneo, Afuegal Pitu, La Peral, etc., y así hasta 42 denominaciones diferentes. Y, por si fuera poco, los postres nos terminan de rematar: Frixuelos, Casadielles, Carbayones, Arroz con leche quemado, etc. Y, todo ello, regado con sidra escanciada, que no sabemos porqué allí sabe mucho mejor. No nos olvidamos de la sangría de sidra, un descubrimiento (gracias Kike) que no podéis dejar de probar.

En este viaje, solo hemos disfrutado de una parte de la geografía asturiana, el tiempo no dio para más, pero aún quedan muchísimos rincones por descubrir en próximas visitas.

Os animamos a que, al menos una vez, visitéis este maravilloso rincón de nuestra geografía.

                                                          ……..Asturias de mis amores.

M. Carmen y Juan Carlos

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